Es una obviedad señalar que, en una novela, no todas las escenas son iguales. Sin embargo, no todo el que se pone a escribir un relato tiene claro este principio. Según lo que pase en ella, una escena puede ser calificada como de acción, reacción o ambientación. Identificar la diferente tipología de unas y otras permitirá al escritor alcanzar dos objetivos: mejorar la estructura de la historia y manejar con mayor soltura y precisión la tensión narrativa de la misma.
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Según esto, existen diferentes tipologías de escenas:
Escenas de acción
Mejor no equivocarse. Una escena de acción no tiene, necesariamente, que incluir peleas, explosiones o similares. Al hablar de escena de acción a lo que se hace referencia es a un pasaje de la novela en el que algo. O, si se prefiere, es un tipo de escena en el que el protagonista hace algo para lograr algo.
Un ejemplo de escena de acción es cuando el detective interroga al sospechoso. En este tipo de escena nos encontramos a un personaje que desarrolla una acción con la intención de conseguir un propósito.
El mayor número de escenas incluidas en una novela tienen que ser de este estilo. Si así sucede, la trama avanzará y el lector se enganchará a la historia. Ahora bien si todas las escenas de la trama fuesen de acción, no daríamos ninguna tregua a la historia y la lectura podría resultar agotadora. Para evitarlo es para lo que podemos recurrir a otro tipo de escenas, como las de reacción o las de ambientación.
Escenas de reacción
Se identifica una escena de reacción como aquella en la cual el protagonista del relato reacciona ante algo que ha ocurrido. Es el momento de mostrar al lector como el personaje se siente y comporta ante una determinada circunstancia.
A veces es posible encontrar escenas de reacción cuyo desenlace es un giro. O sea, que, al final de la misma pasa algo que provoca que el personaje reciba un empuje hacia la siguiente escena… que, normalmente, será de acción.
Una escena de acción le sirve al autor para ralentizar la trama, permitiendo respirar tanto al lector como al protagonista. El secreto de su empleo es utilizar este tipo de escenas con moderación e inteligencia. Si se abusa de las escenas de reacción la trama acabará por ser aburrida.
Escenas de ambientación
Por último, podemos encontrarnos en menor medida con escenas de ambientación. Son aquellas en las que se resuelve un problema ajeno a la trama principal o se aporta información sobre el mundo en el que se desarrolla la historia. En estas escenas no ocurre nada relevante para la trama (al menos en apariencia), aunque ayudan a desarrollar mejor al personaje y su mundo.
Este tipo de escenas debemos usarlas aún con mayor moderación que las anteriores, ya que no es que frenen el ritmo de la trama, sino que lo detienen por completo. Puede ser un recurso interesante en algunos casos, pero hay que analizar bien si interesa recurrir a él. Si no es así, siempre se puede introducir la ambientación como pequeñas pinceladas dentro de una escena de acción o una escena de reacción.
Así que cuando revises la estructura de tu novela, analiza escena a escena y asegúrate de que la tensión narrativa mantiene un buen equilibrio entre acción, reacción y ambientación. Recuerda: debe existir un dominio de la acción y pequeñas pausas o respiros en los que los personajes reaccionan. De vez en cuando, si es necesario, puedes incluir una escena de ambientación.